Cultura

Narrar audiolibros para ciegos, la terapia de un grupo de detenidas panameñas

01 de agosto de 2019

ACAN-EFE. Cuando Appleton termina de aplicarse la máscara de pestañas y de colocarse algunos mechones que se le escapan de la "vincha" (cinta de pelo) se apura decidida a ayudar a su compañera.

"Chomba, no te muevas que sino no puedo pintarte la línea del ojo", le ordena a Johanna que se retuerce nerviosa en la silla.

Son dos de las presas del Centro Femenino de Rehabilitación Cecilia Orillac de Chiari, a las afueras de la capital panameña, que integran el programa de reinserción social "Mi voz para tus ojos" y que reciben a Acan-Efe.

"Tengo un carácter muy difícil, estoy empezando a cambiar, pero no es fácil, me supero y luego caigo otra vez. Con este carácter allí fuera (en el patio de la cárcel), no sobrevivo. No sé donde estaría sin este taller", reconoce Johanna con la mirada baja.

"Mi voz para tus ojos" es una suerte de terapia catártica que tiene como último fin la locución de audiolibros para personas con discapacidad visual y que le ha devuelto la alegría a ocho mujeres que purgan sus condenas en este ruin, hiperpoblado y cochambroso penal.

"Es un programa de doble inclusión, ayudamos a los invidentes panameños y además les damos herramientas a las privadas de libertad para que sobrevivan una vez estén libres", explica Natividad Jaén, una mujer todoterreno que desde 2011 está al frente de esta iniciativa del Sistema Penitenciario panameño, que permite a las presas conmutar pena, aunque cuenta con escasos recursos.

Una vez acicaladas, Johanna y Appleton se sientan junto a sus seis compañeras en una pequeña sala de la cárcel, a la espera de poder demostrar sus dotes lectoras.

Allí, en una minúscula habitación con las paredes recubiertas de hueveras de cartón para evitar que se cuelen los ruidos de fuera, y con las estanterías abarrotadas de literatura, estas ocho mujeres pasan el día aprendiendo a perdonarse a sí mismas y a "sentir los libros".

Nati, como la llaman sus alumnas, es al mismo tiempo profesora, amiga, psicóloga y locutora. Les enseña a respirar, a reflexionar, a entender y mirar a la persona que tienen enfrente, y a interiorizar los mensajes de los libros porque, como diría el gran Miguel de Unamuno, "cuanto menos se lee, más daño hace lo que se lee".

"No era una persona agresiva, pero aquí he aprendido a controlarme. Estamos en un lugar tremendo, donde hay que tener paciencia. Todos los días hay gritos, peleas... Hay que aprender a ser tolerante para que no te afecten las cosas", explica Appleton, a quien todavía le quedan por cumplir siete años de condena.

Una vez que completan esta fase "terapéutica", que suele durar entre ocho y nueve meses, las chicas están listas para empezar a grabar los audiolibros que luego serán distribuidos por la Secretaria Nacional de Discapacidad entre los casi 800.000 invidentes que hay en Panamá.

La primera que se anima a leer es Appleton, un terremoto de vida y fuerza. Luego les toca el turno a Dexinizeth, Adalyisa, Velkin... Mujeres valientes que usan la voz para intentar sanar sus heridas.

Desde que Nati asumió las riendas del programa hace ya cinco años, han pasado por sus manos 28 reclusas, cuatro de las cuales consiguieron un trabajo como locutoras profesionales cuanto salieron del penal.

Para que el lenguaje y el imaginario les parezcan más familiares, suelen elegir autores panameños con los que luego debaten en persona e intercambian impresiones sobre sus textos, aunque también leen a escritores extranjeros.

Hasta ahora solo han podido grabar 27 audiolibros porque no cuentan con un equipo de sonido propio y porque muchas de las reclusas no habían cogido un libro en sus vidas.

Además, resulta bastante complicado conseguir que se metan en los personajes porque, como bien explica la maestra, "hay que hacer libros vividos y dentro de una cárcel sentir y empatizar es difícil".

Uno de los libros que más les divierte es el poemario "Las preguntas indeseables" de la autora panameña Consuelo Tomás, un compendio de poemas irreverentes y deslenguados sobre la muerte, el sexo, la vida, el cautiverio, que cuesta narrar e interpretar.

Un día, recuerda Nati, una de las reclusas se puso a recitar uno de estos poemas sobre el aborto, pero lo leyó con tal sensualidad y erotismo, que le tuvo que espetar en alto: "Mami, ¿qué tiene de sexy un aborto?". Y todas empezaron a troncharse de risa.

Foto ilustrativa wasanga.com

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