Cultura

Un espectáculo centenario reúne en Tokio a las últimas geishas de Japón

21 de mayo de 2025

En el lustroso parquet de una sala en lo alto de un discreto edificio de Tokio, las últimas geishas de la capital japonesa se deslizan con pasos milimetrados al ritmo de la música y perpetúan un arte ancestral en declive.

Bajo la atenta mirada de sus maestros, las geishas del barrio de Shinbashi, cerca del Palacio Imperial, repiten a diario estas coreografías para el Azuma Odori, un espectáculo de danza nacido hace un siglo.

En ocasión de este centenario, del 21 al 27 de mayo, geishas de 19 regiones de Japón compartirán escenario por primera vez con sus compañeras de Shinbashi, ahora reducidas a una cuarentena.

Estas mujeres son las últimas guardianas de un arte en peligro, herederas de una tradición milenaria que Japón a veces ya observa como un espectro del pasado, explica a AFP el escritor y especialista de este tema, Hisafumi Iwashita.

“Los japoneses mismos tienen dificultades para comprender o no conocen bien la verdadera realidad de las geishas”, explica.

Los estereotipos son numerosos. En el imaginario colectivo a menudo las consideran cortesanas. Pero en japonés, la palabra “geisha” significa “persona del arte”, un hombre o una mujer formada en las artes tradicionales niponas.

La función de las geishas va más allá “de simplemente bailar y cantar”, insiste Iwashita.

“Estamos allí en primer lugar para acoger y entretener a los clientes en los restaurantes tradicionales llamados ryotei”, confirma Koiku, una geisha de Shinbashi.

- Renacimiento de posguerra -

Vestida con un kimono oscuro realzado con un “obi” (cinturón) con motivos primaverales, Koiku decidió hacerse geisha para vivir de su pasión por la danza y la música.

“En general, hacen falta diez años para ser considerada competente”, confía esta veterana que lleva más de tres décadas participando en el Azuma Odori.

En este mundo cerrado, el espectáculo ofrece al gran público una rara ocasión de apreciar este arte tradicional en la escena del “Shinbashi Enbujo, un teatro construido con este fin en 1925.

En este centenario, la llegada de geishas de todo el país permite descubrir los estilos y tradiciones típicas de cada región en dos representaciones diarias de más de una hora y media.

En Kioto, “la danza se considera el arte principal. Por contra, en Tokio, las geishas se distinguen por su habilidad con el shamisen [un instrumento de cuerdas japonés] y sus cantos”, explica Hisafumi Iwashita.

En los inicios del espectáculo, las geishas de Shinbashi entretenían en banquetes oficiales a los nuevos dirigentes llegados a Tokio, convertida más de medio siglo atrás en capital de Japón en detrimento de Kioto.

Estas mujeres desempeñaron un “rol esencial” en la definición de la cultura japonesa moderna, afirma el experto.

El teatro Shinbashi Enbujo, inaugurado en la primera edición del Azuma Odori hace cien años, fue destruido durante la Segunda Guerra Mundial y reconstruido en 1948.

Después del conflicto, el espectáculo renació y su escenografía influenció al teatro tradicional kabuki. Pero “empezó a perder popularidad en los años 1950-1960, porque el público prefería espectáculos más simples”, explica Iwashita.

- “El mundo ha cambiado” -

En Tokio, como en el resto del archipiélago, el arte de las geishas está amenazado de desaparecer.

“Hace un tiempo, éramos todavía 100, luego 60... y el número continúa disminuyendo”, se inquieta Koiku, para quien es “esencial encontrar soluciones” antes de que “sea demasiado tarde”.

Para Iwashita, el declive de las geishas en la capital responde sobre todo a la desaparición de la clientela adinerada que sostenía antes su negocio.

Un punto de inflexión fue en 1993, cuando el primer ministro, Morihiro Hosokawa, llamó a terminar con las cenas oficiales en los ryotei en un contexto de grave crisis económica.

“Un golpe duro para la industria”, afirma Iwashita.

“El mundo ha cambiado y, con él, la forma de recibir a los clientes”, lamenta Koiku. “Ahora, las empresas organizan ellas mismas recepciones en sus locales o en otros lados”, continúa.

El futuro de la profesión es incierto, alerta Iwashita. “El hecho de que un teatro así exista todavía y acoja la edición centenaria del Azuma Odori es un milagro”.

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