El caza F-22 Raptor, una joya tecnológica salpicada de incidentes
Washington (AFP) - El cazabombardero estadounidense F-22 Raptor, que hizo su primera misión de combate en Siria el martes, fue integrado a la Fuerza Aérea de EEUU en 2005, pero ha experimentado diversos problemas que llevaron a dejarlo en tierra durante varios meses.
Según su fabricante Lockheed Martin, este es el único avión de combate capaz de desarrollar simultáneamente misiones aire-aire y aire-tierra. Es considerado el jet de combate más avanzado en el mundo, gracias a su habilidad para evadir la detección por radar. También es capaz de volar más lejos que su predecesor, el F-15, con un alcance de cerca de 3.200 kilómetros y es más rápido, alcanzando velocidades superiores a Mach 2 (ndlr. dos veces la velocidad del sonido, es decir, unos 2.472 kilómetros por hora).
Con una envergadura de 13,56 metros, su largo es de 18,80 metros, tiene una altura de 5,09 metros y pesa 19,7 toneladas sin su carga. El F-22 puede portar una gran variedad de armas, incluyendo las llamadas bombas 'inteligentes' de 500 kilos. Con su velocidad y sus sistemas antidetección, es capaz de disparar bombas guiadas por láser a 25 kilómetros del blanco. También hace posible la identificación de objetivos antes de las misiones de lanzamiento de misiles de crucero.
Sin embargo, su rendimiento se vio empañado por varios accidentes y sobre todo por problemas técnicos, cuyas causas ha sido difíciles de identificar.
Los ingenieros han debido enfrentarse durante años a preocupaciones por el equipo de suministro de oxígeno, que obligaron en varias ocasiones a dejar en tierra a toda la flota de F-22. A raíz de las quejas de los pilotos, algunos de los cuales se negaron a volar el avión, la altitud y la duración de los vuelos se recortó mientras se probaba la instalación de un nuevo sistema de suministro de oxígeno.
Su desarrollo comenzó a finales de los años ochenta, pero sólo fue en 2005 cuando el F-22 se integró a las fuerzas estadounidenses y de manera exclusiva, pues el Congreso prohibió su venta a otros países, pese al interés de varios gobiernos por adquirirlo.
En total, se fabricaron 195 aviones, de los cuales 187 están operativos, con un coste total de 70.000 millones de dólares y un coste individual estimado en 358 millones de dólares. Su producción se detuvo en 2011 para dar paso al F-35, cuyo desarrollo también ha conocido dificultades financieras, retrasos y problemas mecánicos. El último F-22 fue entregado en mayo de 2012.
Destinado a garantizar para EEUU el predominio aéreo por unas cuatro décadas, los F-22 fueron fruto de la colaboración de Lockheed Martin con el constructor aéreo Boeing y el fabricante de motores Pratt and Whitney.