Opinión

Víctor De la Hoz: Los remedios de la abuela, “Oportunos y Eficaces”

22 de septiembre de 2020

Los remedios caseros aún se mantienen en cada hogar anotados en un cuaderno  doble raya con letra legible y una tinta imborrable, a pesar de los años siguen siendo efectivos  en caso de un leve  accidente o resfriado; dolor de estomago, papera , dolor de oído, un orzuelo, una picada de alacrán o cualquier malestar que se presente repentinamente, de una vez surgía la Doctora del hogar, nada más y nada menos que “La Abuela” para aplicar  un remedio según fuera la emergencia.

La cura era eficaz y en cuestión de  un abrir y cerrar de ojos asunto resuelto, siempre gracias a los remedios de la abuela, así se curaban los dolores de oído en que se colocaba en la parte de atrás de la oreja un pedacito de tela, que se cortaba con tijera y con una paciencia la abuela   ponía el ungüento conocido como “caraña hedionda”, y como arte de magia el dolor desaparecía.

Considero que a pesar que estamos en el siglo XXI estos remedios caseros no han desaparecido, es más se han perfeccionado, pero su esencia se  mantiene, a pesar de algunas madres modernas, que son  un poco escépticas.  

Una frase muy usada por  la abuela  Doña Guillermina que al identificar un resfriado lanzaba una expresión muy usual “tiene el pecho apretado” , jerga con que los viejos identificaban la dolencia, y de una vez se frotaba el pecho del nieto con “sebo Cuba”; al tener  el diagnóstico se procedía a  comprar el remedio en la botica de la esquina del barrio, las cuales fueron muy famosas en esos tiempos.

A veces la abuela tenia que asumir una postura de polizonte por culpa de las lombrices, ya  porque los nietos no querían tomar el purgante entre  los que se podría escoger “Aceite de Castor o el famoso  Sen con Coco”, eran los favoritos de la abuela Doña Luisa entonces se iniciaba una persecución implacable, con correa  o chancleta en mano para obligar al nieto a tomar el purgante.

Algunos se escondían debajo de la cama, pero este escondite no le servía de mucho, porque al final era atrapado. El aceite de hígado de bacalao también se convertía en una tortura, el mismo servía para aumentar las defensas de los niños. Aquí era otra confrontación, y en algún momento la abuela perdía la paciencia.

La Papera también  se convirtió en otro tema, cuyo remedio era untarle aceite de Benjamín en las áreas afectadas utilizando una pluma de gallina,  y luego se amarraba con un pañal de tela de algodón  hacía la parte superior de la cabeza. La presencia del Covid-19 hizo desempolvar algunos  remedíos caseros de la abuela que fueron puestos en práctica, como  una medicina preventiva. Limones, clavito de olor, romero, canela tomillo y muchas especies más.

Todos estos remedios vienen de generación en generación, por lo que en cada hogar había un botiquín, con curitas, mertiolate, mercurio cromo, ruibarbo  y soda, bálsamo bengue, leche de magnesia, bayrun, menticol y mesopin. En el momento que surgía una emergencia no había problema porque había de todo en el botiquín de la abuela.

Los boticarios eran muy reconocidos y respetados ya que   tenían un amplio y nutrido conocimiento de los “menjurjes”,  en  recomendar  el remedio, según fuese el malestar o el accidente casero, no se equivocaban, además  asesoraban  como debía usarse el remedio, eran una  especie de  héroes.

En cada hogar existía un comité de reacción rápida para cualquier emergencia y  aplicar el remedio y se trabajaba en equipo. Los abuelos fueron sabios y nos dejaron muchas enseñanzas  sobre está materia mirando siempre a futuro con visión de familia, y  que estos remedios  fueran pasados a los hijos, nietos y bisnietos. 

 

Víctor de la Hoz
[email protected]
Periodista  
 

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