Víctor De la Hoz: Los remedios de la abuela, “Oportunos y Eficaces”
Los remedios caseros aún se mantienen en cada hogar anotados en un cuaderno doble raya con letra legible y una tinta imborrable, a pesar de los años siguen siendo efectivos en caso de un leve accidente o resfriado; dolor de estomago, papera , dolor de oído, un orzuelo, una picada de alacrán o cualquier malestar que se presente repentinamente, de una vez surgía la Doctora del hogar, nada más y nada menos que “La Abuela” para aplicar un remedio según fuera la emergencia.
La cura era eficaz y en cuestión de un abrir y cerrar de ojos asunto resuelto, siempre gracias a los remedios de la abuela, así se curaban los dolores de oído en que se colocaba en la parte de atrás de la oreja un pedacito de tela, que se cortaba con tijera y con una paciencia la abuela ponía el ungüento conocido como “caraña hedionda”, y como arte de magia el dolor desaparecía.
Considero que a pesar que estamos en el siglo XXI estos remedios caseros no han desaparecido, es más se han perfeccionado, pero su esencia se mantiene, a pesar de algunas madres modernas, que son un poco escépticas.
Una frase muy usada por la abuela Doña Guillermina que al identificar un resfriado lanzaba una expresión muy usual “tiene el pecho apretado” , jerga con que los viejos identificaban la dolencia, y de una vez se frotaba el pecho del nieto con “sebo Cuba”; al tener el diagnóstico se procedía a comprar el remedio en la botica de la esquina del barrio, las cuales fueron muy famosas en esos tiempos.
A veces la abuela tenia que asumir una postura de polizonte por culpa de las lombrices, ya porque los nietos no querían tomar el purgante entre los que se podría escoger “Aceite de Castor o el famoso Sen con Coco”, eran los favoritos de la abuela Doña Luisa entonces se iniciaba una persecución implacable, con correa o chancleta en mano para obligar al nieto a tomar el purgante.
Algunos se escondían debajo de la cama, pero este escondite no le servía de mucho, porque al final era atrapado. El aceite de hígado de bacalao también se convertía en una tortura, el mismo servía para aumentar las defensas de los niños. Aquí era otra confrontación, y en algún momento la abuela perdía la paciencia.
La Papera también se convirtió en otro tema, cuyo remedio era untarle aceite de Benjamín en las áreas afectadas utilizando una pluma de gallina, y luego se amarraba con un pañal de tela de algodón hacía la parte superior de la cabeza. La presencia del Covid-19 hizo desempolvar algunos remedíos caseros de la abuela que fueron puestos en práctica, como una medicina preventiva. Limones, clavito de olor, romero, canela tomillo y muchas especies más.
Todos estos remedios vienen de generación en generación, por lo que en cada hogar había un botiquín, con curitas, mertiolate, mercurio cromo, ruibarbo y soda, bálsamo bengue, leche de magnesia, bayrun, menticol y mesopin. En el momento que surgía una emergencia no había problema porque había de todo en el botiquín de la abuela.
Los boticarios eran muy reconocidos y respetados ya que tenían un amplio y nutrido conocimiento de los “menjurjes”, en recomendar el remedio, según fuese el malestar o el accidente casero, no se equivocaban, además asesoraban como debía usarse el remedio, eran una especie de héroes.
En cada hogar existía un comité de reacción rápida para cualquier emergencia y aplicar el remedio y se trabajaba en equipo. Los abuelos fueron sabios y nos dejaron muchas enseñanzas sobre está materia mirando siempre a futuro con visión de familia, y que estos remedios fueran pasados a los hijos, nietos y bisnietos.
Víctor de la Hoz
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Periodista