S.O.S a los árboles que fenecen
Cada vez que leo las evocaciones del maestro James Aparicio sobre sus vivencias en nuestro Chiriquí querido, automáticamente mi mente viaja a San Mateo de David en donde desarrollé parte de mi niñez.
Recuerdo por ejemplo, que los árboles frutales llenaban todo nuestro entorno y que dirigirnos a la quebrada en donde la bisabuela Leonarda dejaba como nueva la ropa sucia, significaba mover las mandíbulas sin parar, con una variedad de frutas de deleitosos sabores a lo largo del camino.
Inserto en los recuerdos, salen a relucir las Cañafìstulas, los Jovitos corraleros y las Guayabas criollas sumando a esta lista y desde otros rincones del país, los Madroños, las palmas de Corozo y otros que con el tiempo y la desidia, han desaparecido.
Muchos especialmente los capitalinos, desconocen hasta hoy o por siempre, el agradable sabor de frutos como el Icaco por ejemplo.
En verdad me motivaría en grado sumo, enterarme de que algunos de los centros dedicados a la conservación de nuestros recursos investigaran las condiciones de frutales en decadencia y que les dedicaran tiempo y esfuerzo a su fortalecimiento, reproducción y replantación en todo el país.
No es raro pensar que así como se perdieron los juegos de antaño, de igual manera estamos perdiendo exquisitas variedades de frutas a las que nunca se les ha dado una acertada promoción.
Con el auge que se proyecta para las exportaciones quién quita y que con ello, generemos nuevos rubros de emprendimiento sostenible.
Marcos Wever Araúz
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* El autor es periodista