Opinión

40 aniversario de la muerte del halcón en pleno vuelo

30 de julio de 2021

“Yo estaba en una ladera de un cerrito cerca del Cerro Marta en mi maizal aquél mediodía, con un sobrino que me ayudaba… de pronto sentimos una explosión fuerte, después como un fogonazo con gran humareda, y al final otro ruido fuerte….” No vimos nada del avión en ese momento, solo los ruidos” Pero mi señora me recalcó para entonces: ¡cállate la boca Julio; no te conviene hablar nada de la muerte del General; sabemos que lo mataron pero hay un hombre que no anda con cuentos para desaparecer gente y sabes bien quién es! Ahora que supe que usted regresó a Panamá quería verlo  y no morir con eso adentro.

El sargento jubilado Julio- omito el apellido- me contó eso cuando me buscó luego que un teniente también jubilado y veterano que vivía en Penonomé me dijo: “Coronel, hay un sargento retirado que le urge hablarle y va para Panamá; estará en el mercadito del marisco esperándolo el tiempo que sea”  Eso fue como en el año 1994, al retornar de mis ocho años de exilio. Lo fui a ver y lo escrito al inicio fue su síntesis. Para ese tiempo  ya Moisés y Hugo Torrijos habían revelado el Plan: “Para liquidar al Halcón en Pleno Vuelo” y el gringo John Perkins que visitó a Omar un par de meses antes le advirtió- sin que Omar se preocupara por eso- “General, usted me dice que no va a obedecer las instrucciones que le mandan conmigo de Washington de que deje de negociar un canal a nivel con los japoneses: usted me cayó bien y lo sabe. Entonces recuerde: después de mí vienen los chacales. Acuérdese lo que le pasó al presidente Roldós.

Además, un coronel preso en Miami, después del juicio y recién- muy tardíamente- cuando el juez Hoeveler le impuso 40 años dijo luego: “Al General Torrijos lo asesinó un grupo de tarea de la CIA”.

 

El día del halcón

En aquél amanecer del 31 de julio de 1981, él se tomaba una taza de café humeante a sorbitos cortos. Un presagio intuitivo le avisaba de algo trágico, pero no le hizo caso. Se mecía en la misma hamaca donde recibió a los Sahilas de San Blas a muchos cientos de estudiantes planteando sus esperanzas, pero también a los senadores gringos que le miraban sus sandalias con sus ojos pelados. Sus hijos en visitas furtivas por su falta de tiempo para mimarlos. ¡Tenía tantos niños desnutridos que atender!

Acababa de cumplir 52 años y le parecían una eternidad. Por eso fue él que se autoimpuso el apodo de “El Viejo” Bueno- lo reconocía- el pecado de sus mujeres, sus bálsamos clandestinos, que tanto hirieron a su pobre Raquel. Se sonrió un poco y algo del resto del café que quedaba le mojó la pijama al moverse hilarante, cuando recordó a ese humilde campesino sabio del norte de Coclé- Saturnino- cuando le dijo un día: ¡Oiga General y porque esas viejas bochinchosas que le cuentan a su  esposa que usted es un gran mujeriego, no le dicen mejor que son las mujeres las que son hombrieregas!

Se había comprometido con su amigo Jimmy Carter- sin ninguna presión y por su propia voluntad- que si se ratificaban los Tratados él se replegaría con sus oficiales y tropas a los cuarteles para que se abriera un proceso político participativo de verdad. ¡Para eso le había dicho a sus ministros, “ya dejaba un partido fuerte, el más fuerte”. ¿Entonces, cuál era su miedo? Sabía que varios coroneles no querían, y también un par de ministros.

Ya Farallón le abrumaba: ¡demasiada gente jodiéndolo! Por eso donde se sentía bien de verdad era en ese pueblito que amaba, Coclesito. Para allá iba ese día a pagar unas cuentas con campesinos que realizaban unos trabajos agrícolas bajo la dirección del Capellán Carlos Villalobos.

--Mi General, solo para que sepa que estamos listos cuando usted lo ordene. -   Era la voz del sargento Ricardo Machazek, más que su escolta, como un hijo más.

--Oye, ¿tu no estabas libre hoy?

--- Si señor, pero anoche me llamaron del G-2 y me dijeron que amaneciera hoy aquí.

--¿Y no ha llegado ningún oficial?

--No hasta el momento Mi General-

--Ok, no importa, me arreglo y te aviso.

--Correcto señor. –

Ya en Penonomé- después que el dentista le chequeó unas calzas que le molestaba y subió al avión, vio que llegó el jefe de Zona Elías Castillo con un rostro raro a saludarlo.  Le dijo:

--¿Quieres acompañarme un par de horas a Coclesito?

--¡Ajo, mi General, lo haría con gusto, ¡pero tengo una cita urgente por algo raro que me siento con un especialista, que me espera como en media hora!

--Tranquilo Castillo, la salud es primero-

Cuando el FAP 205 hizo rugir sus dos motores y se amarró, tuvo la impresión sin conocer la razón de que aquél podía ser su último vuelo….

¡Liquidarían manos extranjeras y locales al halcón en pleno vuelo!

 

 

Roberto Díaz Herrera

 

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