El anciano que no se rinde
En uno de estos días pude observar algo que me impacto en una de las calles y avenidas de nuestro Panamá, cuando un hombre de avanzada edad, que estimo de 80 años de edad, empujando un carrito con llantas de bicicleta, y sonando la tradicional campanilla vendiendo paletas y helados.
Mi asombro fue tan grande al ver cómo este señor que vestía con una gorra color rojo para protegerse del sol, una camisa degastada que fue de color azul, no sabemos si por el sol o las múltiples lavadas que ha pasado esta prenda de vestir perdió su color, y salir a diario a ganarse el sustento, y llevar algo de dinero a casa.
Lo observé detenidamente cuando remolcaba el carrito en una pendiente inclinada, pero con una energía impresionante de un joven, ni el sofocante clima, que en ese momento se sentía, luego cayó una pertinaz llovizna, por el sector del área bancaria, no detuvo su caminar por vender su producto. Su rostro reflejaba un cansancio, por esa dura batalla diaria por ganarse la vida honradamente.
Este anciano que aún muestra fortaleza es un ejemplo viviente en que no hay barrera alguna para trabajar, cuando existen jóvenes panameños que buscan otra forma o manera no legal de ganarse la vida. Lo que pudimos percibir es que este anciano representa a esa generación de panameños curtidos, y con un largo recorrido en la vida.
Estás son personas con una alimentación de los tiempos de antes, no le temen al trabajo, y no importa cuál fuera el trabajo, pero siempre que sea honrado lo realizan, para suscitar. Me acerque y le compré un helado de fresa 2 balboas el vaso. Aquí el ímpetu periodístico no pudo detenerse, converse con el anciano de nombre Carlos, muy decente, y atento con aquella humilde, en medio de la conversación se confirmó toda mi percepción de todo lo antes descripto y narrado.
* Periodista.
Víctor De La Hoz
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