Opinión

Bicentenario de la Independencia de Panamá de España

05 de noviembre de 2021

Entramos a un siglo XIX colombiano y republicano, en un escenario internacional en rápida evolución.

Todo comenzó en Europa, pero se manifestó por igual en América. España sucumbió ante la Francia napoleónica en 1808 y finalmente quedó sometida al sistema que surgió del Congreso de Viena de 1815 que confirmó la supremacía naval de Gran Bretaña y su presencia también en esta región.

Panamá se independizó el 28 de noviembre de 1821 de un Estado monárquico y al hacerlo pasó de una sociedad de súbditos organizada en castas y órdenes a una república de hombres libres en su mayoría e inició el final de la esclavitud al aplicarse al istmo las leyes ya aprobadas por Bolívar para la República de Colombia, especialmente la que suprimía la trata y decretaba la libertad de vientres de esclavas. Régimen esclavista que cesó formalmente el 1 de enero de 1852.

La motivación de la independencia fue un nuevo ideario de libertad, igualdad y fraternidad inaugurado por los filósofos de la Ilustración y promovido por la Revolución francesa. Ideario que ya prosperaba en España y se manifestaba en el trienio liberal hasta 1823 iniciado por el levantamiento de Quiroga y Riego en 1820 que obligó a Fernando VII a jurar la constitución de Cádiz de 1812, que pronto desconoció, lo que exasperó las elites criollas de Hispanoamérica.  

Desde que en 1808 abdicaron en Bayona, Francia, Carlos IV y su hijo Fernando VII prisioneros de Napoleón Bonaparte, se inició el movimiento de emancipación en Hispanoamérica. Al principio se luchó por lealtad a la Corona y, finalmente, para liberarse de ella, lo que se logró definitivamente con la Batalla de Ayacucho de 1824 en la que peleó un batallón de centenares de panameños al mando de Tomás Herrera Pérez-Dávila (1804-1854) y José Antonio Miró Rubini (1792-1844), entre otros.

Panamá era una auténtica colonia que se independizó de la Corona española en 1821, Los gestores fueron la oligarquía urbana de la capital el 28 de noviembre y los grupos equivalentes de La Villa de los Santos, que se adelantaron el 10 de noviembre y después los de Natá el 15. Los de Portobelo lo hicieron el 30 de noviembre, y los de Santiago de Veraguas el 1 de diciembre de 1821, mientras que los de Alanje, más lejos, cerca de la frontera con Costa Rica, el 5 de enero de 1822. Todos actuaron en el seno de los cabildos que reunían a las elites del país.  

El espíritu conciliador de una clase dominante comerciante con gran sentido de la oportunidad, acostumbrada a los intercambios pacíficos y al soborno durante siglos de funcionarios civiles y militares, facilitó la independencia incruenta de Panamá de España. Sin embargo, aunque había muchos individuos afectos al movimiento emancipador se mantuvieron fieles a la Corona casi hasta al final puesto que tras la caída final de Colombia en 1819, no tuvieron éxito los intentos de los rebeldes de controlar el istmo estratégico a principios de abril de 1819 dirigidos por el general escocés aliado de los patriotas Gregor MacGregor (1786-2845) que atacó Portobelo, pero fue echado el 30 de ese mes por el general español Alejandro de Hore (1778-820), gobernador de Panamá.

Entretanto, la célebre fragata “La Rosa de los Andes” bajo el comando del inglés John Illingworth Hunt (1786-1853) llegó a la bahía de Panamá en septiembre de 1819 y después de ocupar Taboga y amenazar a la capital se retiró al sur para apoyar a los patriotas de Ecuador en el puerto de Guayaquil, que se aprestaban a declarar su independencia el año siguiente.  

En 1821 los comerciantes istmeños, sometidos al Consulado de Cartagena de Indias al que pagaban impuestos, estaban exasperados porque la Corona no les permitía crear su propio Consulado de Comercio y dificultara el libre comercio al final de la época colonial. Resentían los roces con la tropa extranjera en el gran cuartel en que se convirtió el istmo ocupado de ejércitos españoles con hasta miles de soldados, que permanecían aquí semanas y meses y que debían actuar en el sur, especialmente el grueso Batallón de Cataluña que llegó en 1816.

También resintieron los miembros del Cabildo de Panamá los choques con las autoridades reales, especialmente con los oidores de la Audiencia de Santa Fe de Bogotá que tuvieron que emigrar a la capital del istmo de 1812 a 1813. Además, estaban molestos por el comportamiento autoritario del virrey Juan de Sámano (1753-1821) instalado provisionalmente en Panamá cuando huyó de Bogotá por la derrota de las tropas realistas en la batalla de Boyacá en agosto de 1819, su arrogancia y espíritu de persecución. Recibieron con aprehensión la llegada del sanguinario Juan de la Cruz Mourgeón (1766-1822) en agosto de 1821, alto funcionario real que se proclamó capitán general, antes de partir a la reconquista fallida de Suramérica.  

Contribuyó más directamente a la independencia de Panamá La Miscelánea del Istmo, primer periódico, semanal, que apareció en marzo de 1821, que propagó los nuevos ideales libertarios entre las elites más ilustradas. Estos burgueses istmeños, ante el estancamiento económico por la parálisis del comercio marítimo desde 1820, al ver perdida a España en la región aprovecharon que un criollo nacido en Panamá, el coronel José de Fábrega de las Cuevas (1774-1841), gobernaba de forma interina desde agosto de 1821 para declarar la independencia de la Corona española en cabildo abierto en la plaza de la Catedral de la capital el 28 de noviembre.

Fue un movimiento fundamentalmente elitista, bajo el liderazgo de los principales cabildos del istmo ocupados por los grupos dominantes que hicieron una elección racional. ¡Evento pacífico e incruento como pocos de su naturaleza en Hispanoamérica demuestra la gran y rápida capacidad de adaptación de esos istmeños a un cambio político y social radical! 

Los miembros de la elite panameña barajaron en 1821 la adhesión del país entonces libre a México, al Perú y a Colombia, y también ponerse bajo la protección de potencias extranjeras europeas, como un Estado hanseático, para evitar una reconquista española y disuadir a otras potencias de controlar la posición estratégica del istmo.

Finalmente, la geografía y la razón los obligaron a unirse en el mismo acto de independencia a la República de Colombia de Bolívar, entidad joven con 2,5 millones de kilómetros cuadrados y 2,5 millones de habitantes cuando Panamá contaba con sólo 85.000 kilómetros cuadrados y no más de 100.00 almas, cerca de un 4% del total.  

El 7 de diciembre de 1824 el presidente de Perú, Simón Bolívar, convoca desde Lima el Congreso Anfictiónico de Panamá, a dos días del triunfo decisivo de los patriotas al mando de Antonio José de Sucre en la batalla de Ayacucho.

Trataba de echar las bases de su idea expuesta en la Carta de Jamaica de 1815 de una unión de las nuevas naciones hispanoamericanas, en el sitio harto simbólico de la capital del istmo. Se reunieron en la ciudad de Panamá los representantes de México, Centroamérica, la Gran Colombia y Perú, acompañados de un observador británico, del 22 de junio al 15 de julio de 1826.

Al final de esta etapa del congreso, todos los delegados firmaron los protocolos del Istmo que eran una pálida imagen de las ambiciones del Libertador de llegar a acuerdos viables sobre la delimitación de fronteras definitivas de los nuevos estados soberanos, la abolición de la esclavitud en todos ellos, apoyo a la independencia de las restantes colonias españolas en el Caribe (Cuba y Puerto Rico), asuntos de comercio y navegación.

El tratado de “la unión, la liga y la confederación perpetua” solamente fue ratificado por la República de Colombia. Finalmente, el congreso continuó sus deliberaciones en Tacubaya, México, sin delegados del Perú, en agosto de 1826. Dicha reunión se clausuró, sin resultados prácticos, el 9 de octubre de 1828. Con dos años de adelanto se perfilaba hasta la disolución de la Gran Colombia bolivariana. 

Bolívar creó en 1819 en el Congreso de Angostura una Gran Colombia en el marco geográfico del Virreinato de Nueva Granada, pero las fuerzas centrípetas dieron al traste con esa ambiciosa arquitectura republicana cuando Venezuela y Ecuador se separaron a principios de la década de 1830, y regresó de esa forma, grosso modo, a los límites de las audiencias de Caracas, Quito y Santa Fe de Bogotá.

Sólo faltaba el territorio de la antigua Audiencia de Panamá. Al separarse Panamá de la República de Colombia en 1903 se cerró el círculo de la geografía política de esta región cuando quedaron confirmadas cuatro repúblicas que correspondían a las tantas audiencias del siglo XVIII colonial que conformaron el Virreinato de la Nueva Granada. Arquitectura geopolítica que domina finalmente en toda la región hispanoamericana.

Coincide el bicentenario de la independencia de Panamá con el bicentenario de independencia de México, Centroamérica y Perú y, de cierta forma, de Ecuador (1820 Guayaquil y la costa y 1822 Cuenca y la sierra).

Tanto en las independencias de México como de Panamá y de Guayaquil fueron protagonistas tres personajes de origen panameño, todos primos hermanos, con la más refinada educación superior: el doctor Ignacio Isidro de Icaza Iraeta (1783-1834), el doctor Carlos de Icaza Arosemena (1790-1865) y el doctor Joaquín de Olmedo Maruri (1780-1847) casado con Rosa de Icaza de Silva Olave (1791-1866), el primero educado en la Real y Pontificia Universidad de México y los dos segundos en la de San Marcos de Lima. Revelan los estrechos vínculos de las elites criollas de la amplia fachada hispanoamericana del Pacífico y su proyecto común de crear naciones soberanas. 

Coincide, además, dicho bicentenario, con el de la Sociedad de Geografía, la primera que se fundó en el mundo, en París el 15 de diciembre de 1821. El Canal de Panamá será el hijo de dicha Sociedad de sabios. En su seno el “Congrès International d’Études du Canal Interocéanique” adoptó en mayo de 1879 el proyecto de construir un canal por Panamá por la ruta actual, el cual fue inaugurado, después de ingentes trabajos y peripecias de todo tipo, en agosto de 1914. Reveló, por el intermediario de una empresa privada dirigida por Ferdinand de Lesseps (1805-1894), la presencia de una potencia europea de primer orden en la región, sustituida desde 1903 por la potencia emergente y americana, los Estados Unidos.

La batalla de las rutas, fundamentalmente geopolítica, involucró también en su momento a Gran Bretaña, que tuvo pretensiones en la Mosquitia de la América Central, mientras que la Francia de Napoleón III intervino en México. Finalmente la doctrina Monroe se impuso y los nuevos estados soberanos surgidos hace doscientos años quedaron en el área de influencia de la potencia americana convertida en superpotencia al vencer en la gran guerra del Pacífico, evento central de la Segunda Guerra Mundial.

Quedan, a los estados hispanoamericanos que celebran su bicentenario de independencia inmensos retos políticos, económicos, sociales y ambientales en el siglo XXI, en un mundo cada vez más interdependiente y amenazado por peligros extremos.

Deben lograr el afianzamiento de la frágil democracia y de una justicia social efectiva, el acceso de las mayorías a la educación y salud de verdadera calidad, trabajar por un ambiente más sano y un nivel de vida aceptable con un estado respetuoso de los derechos humanos.

Queda ganar el respeto activo por parte de otras potencias. Queda articular mejor su relación recíproca y fortalecer su presencia en un mundo que cambia a pasos de gigante por la ciencia y la tecnología, el conocimiento y la información, en el que ocupan un lugar todavía muy secundario. 

 

*El autor es Doctor de Estado en Letras y Ciencias Humanas, historiador y diplomático.

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