El piropo no es el problema
Es el anteproyecto de ley, distinguido con el número 177, podría considerarse inocuo e inofensivo. Hasta curioso, pero lo que va es a causar problemas innecesarios, además de que, probablemente, nadie le hará caso.
Es una ley que "previene, prohibe y sanciona el hostigamiento, acoso callejero, acoso sexual, acecho, favoritismo, sexismo y racismo en todos los ámbitos". Se definen estos siete términos, pero se dejaron sin definir dos muy importantes mencionados varias veces y que han sido y son, en todas partes del mundo, causa de enormes problemas: sociales: "discriminación" y "género". Estas son las palabritas preferidas de la organización LGBT para exigir leyes especiales y discriminatorias muy nocivas para la sociedad. De ellas me dedicaré más adelante. Hoy, me dedico a comentar tres de los supuestos males que menciona la norma.
Empecemos por "favoritismo". Se define así, en la ley: "Se produce cuando una persona jerárquica o en posición de poder se encuentra en una relación de favoritismo fundada en razones étnicas, religiosas, políticas o de cualquiera otra índole, perjudicando a otros que podrían ser merecedoras de beneficios laborales, académicos o de cualquier otro tipo.
•En este caso, las víctimas perjudicadas por favoritismo son las legitimadas para denunciar". Esto significa que, en cualquier empresa, si un empleado "se siente" (¿qué otra forma puede ser?) desfavorecido por la institución o por el jefe, puede denunciar o exigir lo que cree o siente que merece, sin que se viole ningún reglamento sobre el caso. O un alumno o alumna se queja de que el profesor tiene favoritos que lo hacen sentir mal. O el profesor o maestro que se queja de que el director no lo favorece con tareas o distinciones que cree merecer. Esto es legislar sobre sentimientos.
Otra palabrita de temer es "acecho". Se refiere al "perseguir, atisbar, observar a escondidas, aguardar cautelosamente a una persona con propósitos sexuales o de otra naturaleza". O sea, rescabuchear, según el diccionario de la RAE.
La palabra clave es "acoso callejero". Significa: "palabras o acciones no deseadas de parte de desconocidos en la vía pública y motivada por el género, que invade el espacio físico o emocional de manera irrespetuosa, atemorizante, que son naturalizadas y legitimadas como piropos..."
Bueno, aquí tendremos problemas con los chicos del Suntracs, quienes han reivindicado su derecho al piropo como sea. Y les doy la razón a los del sindicato, que han hecho del piropo callejero una institución cultural. Entiendo a la guapa diputada Ana Matilde Gómez, proponente del proyecto, pero el mejor camino para exaltar a la mujer señala otras rutas. Por ejemplo, el que señala el Papa Francisco, que vale la pena que los diputados todos conozcan. Ya tocaré el tema.
*El autor es periodista.