La paradoja de los servicios
El aumento constante de los precios de los servicios, combinado con una notable disminución en su calidad, es una realidad que muchos usuarios enfrentan hoy en día. Un ejemplo claro de esta problemática es el servicio de Internet de Tigo, que se ha convertido en una fuente de frustración para quienes intentan mantener una conexión estable.
Si bien pagamos por un servicio que prometía eficiencia y calidad, la realidad nos muestra interrupciones constantes que convierten actividades tan sencillas como ver una película o participar en una reunión virtual en experiencias frustrantes.
Después de la pandemia, se esperaba que los servicios de internet mejoraran, dado que la necesidad de conexiones estables había aumentado considerablemente. Sin embargo, en lugar de experimentar mejoras, la situación parece haber empeorado. La pregunta es: ¿cuál es la excusa ahora?
A esta problemática se suma la experiencia con el servicio telefónico. La oferta de datos ilimitados ahora requiere que los usuarios adquieran una tarjeta de 6 para 7 días, mientras que antes, una tarjeta de 5 proporcionaba la misma cantidad de datos, además de minutos gratuitos. Esta reducción en los beneficios es un claro indicador de cómo las empresas están ajustando sus políticas para maximizar ganancias a expensas del cliente.
Lo más preocupante es que, a pesar de estas deficiencias, muchos usuarios se ven obligados a adaptarse a esta nueva realidad, pues las opciones en el mercado son limitadas. Este fenómeno nos lleva a cuestionar el papel de las empresas en nuestra vida cotidiana: ¿es justo que paguemos por servicios que no cumplen con las expectativas? La población merece algo mejor.