Panamá se encuentra entre la resistencia y el abandono

Panamá, históricamente considerado un puente entre continentes y culturas, hoy se siente más como un campo de batalla que como un crisol de paz. Las tensiones sociales, la corrupción sin freno y una economía que no alcanza a todos, han encendido fuegos que no se apagan con discursos vacíos.
Las calles, antes llenas de esperanza y movimiento, se han vuelto trincheras de protestas, de indignación y de cansancio acumulado.
La desigualdad es la gran bomba silenciosa. Mientras unos pocos concentran el poder y los recursos, la mayoría lucha por servicios básicos, educación digna y oportunidades reales. Las redes sociales amplifican la furia, pero también muestran un pueblo más despierto, que no quiere seguir en silencio.
Panamá no necesita más represión ni maquillaje político; necesita reformas profundas, líderes con ética y ciudadanos comprometidos. Aún hay tiempo para cambiar el rumbo, pero ignorar las voces que claman justicia solo agravará esta batalla cotidiana que, aunque no se libra con armas, deja heridas igual de profundas.
* Periodista.