Parasitismo social
Euclides M. Corro R.
Provengo de un hogar muy humilde, por tanto, no puedo ser acusado de elitista y mucho menos que no soy solidario con las necesidades de un amplio sector de nuestra sociedad. Trato de ser coherente con esta actitud, de manera efectiva y no en letra muerta. Pero con igual intensidad, me da mucha pena, rechazo, me entristece ver cuando muchos panameños, en vez de luchar con todas sus fuerzas por ofrecerle aunque sea lo básico a su familia, lo que hace es apelar al parasitismo social. Recuerdo aquella frase del asesinado presidente estadounidense John Kennedy cuando al tomar posesión del cargo, dijo “no preguntes qué puede hacer tu nación por tí, sino qué puedes hacer tú por tú nación”. El Estado a través de sus gobiernos tiene la obligación de promover una sociedad más justa, pero otra cosa es que esa sociedad prefiera cruzarse de brazos. A fuerza de ser honesto tengo que aceptar que un importante nivel de esa actitud dependiente de algunos sectores se mal interpretó durante la llegada del proceso revolucionario de Torrijos. Una época en que la dirigencia militar surge frente a las grandes desigualdades sociales. Un país donde muy pocos lo tenían todo y una gran parte tenía acceso a poco o nada. Y entonces se comenzaron a dar proyectos de ayuda y de desarrollo económico para disminuir esa franja exagerada entre unos y otros. Surgió una clase media que hizo la gran diferencia. Los pobres tuvieron acceso a una educación superior en profesiones que antes sólo pertenecía a una elite muy pequeña. Más ayuda al productor agropecuario, más escuelas, centros y subcentros de salud, comedores escolares, etcétera. No pretendo hoy hacer una apología de aquel entonces; aunque muchos recordamos la presencia de un proyecto denominado “yunta pueblo-gobierno”, para mejorar las condiciones de pobreza y falta de recursos de sectores que por mucho tiempo estuvieron abandonados a su suerte. Mucho de aquello degeneró hacia mentalidades que de pronto prefirieron exigir que se les diera todo sin ellos aportar nada. Surgieron grupos de fuerza que, con el cierre de calles y usando la violencia, encontraron la vía deformada para alcanzar sus objetivos. Hoy pareciera que está surgiendo una nueva clase social que lo quiere todo gratis, en vez de aportar a resolver sus propios problemas. Los que gritan para que les reparen lo que ellos mismos destrozan y ensucian, olvidan que el miasma que producen los ahoga a ellos mismos. Esto es inaceptable e imperdonable. Es hora de poner cada cosa en su lugar antes que sea demasiado tarde.
*El autor es periodista.