Cultura

Entre el potrero y el bosque: la lucha por conservar al jaguar en Panamá

25 de julio de 2024

La Fundación Yaguará Panamá tiene múltiples proyectos para conservar al felino más grande de América y el de captura, que se realiza cada verano, es uno de ellos.

Financiado por la Secretaria Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM) en el marco del Programa Mundial de Vida Silvestre (GWP, por sus siglas en inglés), la iniciativa es liderada por el presidente de la fundación Ricardo Moreno, quien también es investigador asociado del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI), en conjunto con el Ministerio de Ambiente de Panamá y en colaboración con el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

Según un reporte del Smithsonian, el equipo de Yaguará Panamá ha detectado más hembras con cachorros en las zonas de potreros mezclados con bosques que en la serranía de Pirre, una región boscosa dentro del Parque Nacional Darién que se ha estado monitoreando con cámaras trampa durante una década. Entonces, ¿Por qué los jaguares persisten en ambientes que supuestamente no son buenos para ellos?

“La respuesta puede estar en la abundancia de las presas silvestres y domésticas en esta zona”, explica Moreno.

“Para una hembra de jaguar con cachorros resulta más fácil depredar un ternero que va a tomar agua en el río y que no puede defenderse, que perseguir a una manada de puercos de monte con mayor gasto energético y donde puede salir con heridas, incluso causándole la muerte. Son estas depredaciones de ganado las que ocasionan conflictos entre ganaderos y jaguares y, generalmente, terminan con la muerte del jaguar a manos de los ganaderos en venganza por la pérdida de sus vacas”, aseguró.

Para Yaguará Panamá, la solución está en llegar a la raíz del conflicto. Y esa raíz es la falta o el mal manejo de las fincas ganaderas.

Se evidenció el caso de la finca Los Lagos de la familia De León, donde está ubicado el campamento del proyecto. Guillermo McPherson, biólogo de vida silvestre de Yaguará Panamá indicó el sitio donde un jaguar había depredado un novillo de 600 libras.

En lugar de matar al animal, por la pérdida económica que le representaba, la dueña del ganado avisó a Yaguará Panamá para que se hiciera un reporte sobre el incidente.

“Pusimos dos cámaras trampa, una enfocada hacia el novillo muerto y otra hacia un camino por donde podía llegar el jaguar”, dice McPherson.

El jaguar normalmente regresa al sitio donde cazó a su presa, y sigue comiendo durante varios días. Por medio de las imágenes captadas por las cámaras trampa y observando las manchas en la piel del jaguar —que son únicas, como la huella dactilar de los humanos—, se puede identificar al individuo.

Con la información reunida sobre el incidente, el equipo técnico de Yaguará Panamá pudo ofrecerle recomendaciones a la propietaria de la finca para mejorar el manejo de sus animales, como mantener al ganado más cerca de su hogar.

Yaguará Panamá comenzó a trabajar en Agua Buena de Chucunaque en 2017 y capturó el primer jaguar en 2019, una hembra a la que llamaron Chucunaque. Esta iniciativa de capturas de jaguares para su rastreo satelital con collares GPS tomó fuerza en 2022, después de la pandemia, con el Proyecto GEF-7 Jaguares Panamá.

Ahora, cada verano, un equipo de biólogos y veterinarios de vida silvestre instalan trampas en varios puntos de los parches boscosos por donde se mueven los jaguares. Luego, durante dos meses, acampan en la finca Los Lagos, monitoreando los transmisores de las trampas cada dos horas para verificar si alguna se ha activado.

Ya con el animal sedado, el equipo lo carga hasta una lona y empieza a trabajar. Tienen aproximadamente 40 minutos para colocarle un collar GPS, pesarlo, extraerle sangre y obtener cualquier otra muestra o dato que se requiera.

Esto permite monitorear sus movimientos, desarrollar sistemas de alerta temprana y crear una base de datos de las zonas en las que más se mueven los animales.

“Con la información de las cámaras trampa calculamos índices de abundancia de todas las especies que viven aquí en el área y los vamos comparando año por año”, dice Moreno.

Los investigadores destacan que se trata de un trabajo que toma tiempo, ya que los cambios sociales y culturales son procesos que involucran a la gente local.

“Los biólogos no vamos a resolver este problema solos”, dice Moreno. “Tenemos que trabajar interdisciplinariamente, y lo más importante, de la mano con las comunidades locales que conviven con la vida silvestre para lograr una prosperidad inclusiva junto al jaguar”, dijo.

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