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Tokio 1991: Mike Powell-Carl Lewis, saltos para la eternidad

16 de septiembre de 2025

Con el Mundial de atletismo que se está celebrando en Tokio viene a la mente de los aficionados uno de los momentos míticos de este deporte: el concurso de salto largo del 30 de agosto de 1991, cuando Mike Powell derrotó a Carl Lewis.

Powell voló entonces a 8,95 metros, para batir un récord del mundo que sigue en pie y derrotar a un Lewis que parecía invencible.

La Federación Internacional de Atletismo (World Athletics) anunció la pasada semana que privaba de acceso a sus eventos a Mike Powell, por un motivo no hecho público, y no podrá por lo tanto estar para recordar su hazaña.

Powell tiene actualmente 61 años y tendrá que ver por televisión la final del salto largo de Tokio 2025, a la que el griego Miltiadis Tentoglou llegará el miércoles como favorito.

- Lewis, diez años invicto -

En aquel 1991, Carl Lewis llegaba al Mundial de Tokio como la encarnación del dominio total. Dominaba el esprint y el salto largo, una polivalencia actualmente desaparecida.

Tenía 30 años y no había sido derrotado en la arena del salto largo durante una década, lo que le había permitido ir cosechando dos oros olímpicos (1984 y 1988) y dos mundiales (1983, 1987).

Mike Powell tenía 27 años y había sido subcampeón olímpico en Seúl 1988. En ese momento era el arquetipo perfecto de un 'outsider'.

"Sabía que para ganarle tenía que batir el récord del mundo", explicó tiempo después.

Entonces el récord estaba en propiedad de otro estadounidense, Bob Beamon, que había llegado a 8,90 metros en la altitud de los Juegos Olímpicos de México 1968.

Veintitrés años después, solo Carl Lewis parecía capaz de quebrar la plusmarca, pero la historia iba a deparar un giro inesperado de los acontecimientos.

- 8,95 m -

Ya en su primer salto, Lewis demostró que quería que fuera su noche: 8,68 metros. Después de un nulo, llega a 8,83 m. Nunca había llegado tan lejos y el récord de Beamon se tambaleaba.

Por su parte, Powell tuvo un primer salto anecdótico y luego se desquitó con 8,54 m. Después de un 8,29 m, en el cuarto el concurso voló casi a los nueve metros... antes de decretarse que había pisado la marca y que era nulo.

Se aproximaba el final, quedan solo dos intentos para cada uno.

Sintiéndose amenazado, Lewis elevó la apuesta, hasta los 8,91 metros. El estadio contuvo el aliento, pero un viento demasiado favorable arruina la homologación de un nuevo récord.

A Powell le enfadó mucho las celebraciones de Lewis, algo que quedó claro en su rostro serio.

Es entonces cuando tras una carrera llena de furia, se apoya en su pierna izquierda y despega. Sus brazos y sus piernas flotan en el aire y aterriza lejos, muy lejos.

Consciente de que ha hecho un salto extraordinario, se levanta y verifica la marca. Levanta los brazos con gestos de revancha.

La bandera es blanca, el salto es en principio válido. El viento es casi nulo (+0,3 m/s).

La decisión lleva varios segundos ("una eternidad", recuerda) y mientras Powell no para de moverse, como un león enjaulado. No deja de mirar el panel electrónico hasta que llega el veredicto: 8,95 metros, nuevo récord del mundo.

Corre entonces a abrazar al público, embriagado de euforia.

En unos segundos ha logrado batir el récord de Beamon y superar a Lewis, invicto desde hacía 65 competiciones.

"Nunca olvidaré esa felicidad corriendo por la pista", aseguró.

- "Mucho más que un salto" -

Pero el concurso no está terminado. Con el orgullo dañado, Carl Lewis responde con dos vuelos excepcionales, de 8,87 y 8,84 m, que no le sirvieron para ganar, pero que fueron sus mejores distancias homologadas.

"Hice el concurso perfecto, pero él dio el salto de su vida", resumió Lewis.

"Para mí suponía la culminación de todo lo que había ido mal en mi vida. Era mucho más que un salto para mí, era un antes y un después en mi vida", asegura Powell.

Ese concurso, por su dramatismo y emoción, forma parte de la historia y cuenta con tres de los cinco mejores saltos legales de la historia (Powell a 8,95 m, Lewis a 8,87 y 8,84 m).

Al año siguiente, en los Juegos de Barcelona 1992, Carl Lewis se vengó llevándose el oro contra Powell.

Cuatro años después, Lewis se colgó otro oro olímpico, en Atlanta 1996, aunque entonces ya quedándose en 8,50 metros.

Desde Tokio 1991 nadie pudo batir el récord.

Los 8,96 metros que consiguió el cubano Iván Pedroso en 1995 no fueron homologados.

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