Cultura de diálogo vs Cultura de la violencia y la confrontación
La sociedad panameña en diversos sectores ha ido siendo inoculada en todos sus niveles, estratos y clases sociales, por privilegiar y anteponer como solución a todos sus problemas, una cultura de violencia o de confrontación de manera permanente.
Desde los problemas locales, con un vecino o en una barriada, pasando por una controversia de tránsito y los problemas locales y nacionales, basta oír el léxico utilizado y veremos que no vemos la viga que tenemos y criticamos al vecino. Es muy triste ver que, desde los hogares y las escuelas, se atiza y se promueve que cuando se tenga que enfrentar un problema, no importa su magnitud, debemos apelar a la violencia en todas sus formas y colores y por confrontar e imponer nuestros puntos de vista o posición argumentativa. Como resultado de todo lo anterior, cualquiera que pide una alternativa u opción pacifica o democrática que apele al dialogo, respetando las diferencias u opiniones distintas, es visto como un ser débil o pusilánime, pues ya entienden algunos, que la vía debe ser la violencia o la confrontación per se.
En el siglo pasado por la década de los ochenta, se planteó a nivel del campo laboral, aceptando las obvias desigualdades entre empleadores y obreros, que había que buscar un mecanismo como la concertación social, antes de enfrascarse en peleas o luchas bizantinas.
Contra viento y marea, incomprensiones, escepticismos y demás, la concertación social fue avanzando en distintas partes del mundo y se demostró que, aun existiendo diferencias, se puede llegar a consensos o acuerdos mínimos, con madurez y aceptando que nadie posee la verdad absoluta ni nadie es dueño ni tiene patrimonio en ese campo. Por razones que desconozco y ya no solo en el campo laboral, se ha echado a un lado los procesos de concertación social, donde se privilegia el dialogo, anteponiéndose a esa enraizada cultura del conflicto, la confrontación y la violencia. Tenemos el ejemplo en distintas sociedades donde al imperar la confrontación y el creerse dueño absoluto de la verdad en distintos temas, a la espiral de violencia e incertidumbre ahoga a los pueblos. Pues no se acepta que en una sociedad debemos entender, que no todos podemos pensar igual y que en la vida se trata siempre de tirar puentes, sin que obliguen a nadie a pensar como el otro, sino a reconocer esas diferencias, pero enriquecer el debate con posiciones que busquen el dialogo y no pensar que usando al fuerza o confrontación, vamos a resolver los problemas.
En el Panamá de hoy, hay una herramienta que busca abrirse paso a través de un método civilizado, pacífico y democrático y lo es el proceso constituyente que lleve a todos los ciudadanos sin excepción, a aportar para hacer una Constitución como producto y resultado del esfuerzo de todos. Sabemos que hay sectores que no quieren ir a ese proceso constituyente y buscan que impere la violencia y la confrontación y que no aceptemos, que pueden existir varias verdades u opiniones encontradas, pero como seres civilizados podemos encontrar un mínimo denominador común que nos permita entender que no podemos creer que, en la vida personal o profesional, siempre vamos a tener la razón o siempre nuestra verdad va a ser la única que se debe aceptar por el resto de los miembros de la sociedad. Ojalá que la sensatez se imponga y no sea demasiado tarde.
* El autor es abogado y exdirector general de la Caja de Seguro Social.