Los hospitales públicos cumplen una labor vital, pero en los últimos años se ha vuelto evidente una preocupación constante: la escasez de suministros y servicios. Aunque el personal médico hace esfuerzos admirables, muchas veces deben enfrentar su jornada con lo justo, o incluso con menos de lo necesario.
Esta situación genera retrasos en la atención, cirugías pospuestas y una sensación de incertidumbre en los pacientes. No se trata de buscar culpables, sino de reconocer que la salud merece prioridad. Resolver estos desafíos requiere más que promesas: se necesita planificación, inversión sostenida y transparencia.
Garantizar insumos básicos, mantenimiento de equipos y personal suficiente no es solo una meta técnica, es un acto de dignidad hacia quienes acuden a un hospital con la esperanza de ser atendidos.
La salud no debería estar en pausa. Con voluntad y buena gestión, es posible devolverle al sistema la fortaleza que todos merecemos. Porque un país que cuida su red de hospitales también cuida el bienestar de su gente. * Periodista.