Nuestro verdadero enemigo es la corrupción

Panamá ha sido catalogado desde 2023 como el país con el mayor PIB per cápita de América Latina, con un ingreso superior a los $17,400 anuales por habitante, superando ampliamente el promedio regional; este crecimiento económico sostenido desmiente de forma contundente la narrativa oficial que acusa a nuestra Constitución de ser autoritaria o un obstáculo para el desarrollo. Si realmente tuviésemos un marco constitucional impositivo, no habríamos alcanzado semejante grado de estabilidad jurídica, institucional y financiera. La Constitución Política de Panamá de 1972 modificada en 1978, 1983, 1994 y 2004 no requiere ser sustituida, sino aplicada con probidad y respeto. Basta observar el ejemplo de naciones con tradición constitucional sólida: la Constitución de los Estados Unidos, vigente desde 1787, o la Constitución de Noruega, en vigor desde 1814, para comprender que no es el tiempo lo que debilita una Carta Magna, sino la conducta de quienes la traicionan.
El verdadero problema de Panamá no es la Constitución, sino el sistema moralmente quebrado que la gestiona: la corrupción, el clientelismo, el patrimonialismo y la cultura del “juega vivo”. A mi parecer, lo que Panamá necesita no es una nueva Constitución, sino una clase dirigente con vergüenza pública, una ciudadanía vigilante, y un aparato judicial que funcione sin complicidad. * Ciudadano.