Qué tiempos aquellos, las rumbas en la “disco”

Creo que en este tiempo de crisis que vive el país es bueno recordar las rumbas y parrandas nocturnas de discotecas como un relax . Aquel que lee esta crónica de seguro le producirá nostalgia.
Es necesario hacer un alto tomarse un tiempo y beber un refresco con bastante hielo, y vamos a recordar esos momentos que gozaste cuando ibas a bailar y divertirte en las famosas discotecas, donde no se pagaba la entrada. Vamos hacer un recorrido en esa vida nocturna de juventud, ¿te acuerdas? Los jóvenes de esa época al llegar los fines de semanas se preparaban para gozar en la discoteca. Vestían sus mejores “trapos finos” tanto los varones como las chicas, era para presumir. Las mini faldas y los pantalones basta “ elefante” y zapatos hechos de 100 por ciento cuero, con tacones, fue la “pifia” de esa época discotequera.
Los varones querían impresionar a las chicas y presumirle que tenían su “flow” con su corte de la moda que era el “afro” y patillas largas al estilo del libertador Simón Bolívar, zapatos 100 por ciento de cuero, con tacones.
Otro estilo que se utilizaba era la cabellera larga a la moda de los “Beatles” con los pantalones “basta elefante” y camisas floreadas. Las discotecas se convertían en una gran pasarela, de todos los diseños y modas, con un ambiente donde la diversión no se detenía. El humo del cigarrillo producía una neblina. En esos tiempos se podía fumar en locales cerrados.
Fueron centros para encuentros entre amigos y entablar nuevas amistades o conocer el amor de toda su vida. Raúl Alberto, un apuesto chico del barrio, tenía un poder mágico para enamorar no había un fin de semana, en la “Disco” donde no hiciera un “levante” dueño de una labia con demagogia incluida.
Los muchachos iban en grupo a las “disco” y armaban su colecta para comprar el refresco “guaro” de su preferencia. El más consumido y a un precio que permitía comprarlo era el “9 letras”, Seco o Ron con sus respectivos mezcladores y la vasija con hielito. La diversión se sabía cuando iniciaba, pero no tenia fin, porque la cosa estaba buenísima.
Los ‘happy hours’ organizados por los clubes barriales o de oficina para recaudar una ganancia, los tragos dos por uno fueron eventos de lleno completo en las discotecas, pero había que pagar la entrada. Una breve historia del surgimiento de la discoteca. Durante la Segunda Guerra Mundial, se crean en Francia locales clandestinos donde se acudía a escuchar y bailar música grabada. Luego en los años 1990 hay una evolución y surgen centros con otra cultura, se experimenta la música “Tecno” los chicos disfrutaban de este estilo de música. Las discotecas forman parte de una vida nocturna, y la gente iba a relacionarse y darse a conocer. Una de las más famosas discotecas, que fue el impulso de ese ambiente era La discoteca Studio 54 en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos.
En la vida nocturna en Panamá podemos recordar de los años 1970-1980, entre las discotecas más famosas y concurridas: Bakus, MAGIC, Cubares, Capos Bar, Number One, Escorpio, Oasis, La Yiyi, San Remo, Las Molas, El Bohío Criollo, El Ancla, Vinos Bar, El Caballo de Hierro, Bohío Florencia y Beer House, eran las preferidas del fin de semana. En ese ambiente se perdía la noción del tiempo, y luego de la resaca se volvía a la realidad. Al salir de la discoteca, había que ir por un refine obligado, como tomarse un sancocho en el Restaurante Don Sammy, o comerse un rico emparedado en el Restaurante La Puñalada en el Barrio del Marañón o un sabroso bistec picado en el Restaurante La Buena Suerte en el Barrio de Santa Ana. Habían muchos otros lugares para alimentarse.
Estos centros de bailes fueron evolucionando después de los años 1990 con una decoración de interiores a todo dar, luces y sonido con la última tecnología.
Pero a medida que pasaban los años poco a poco fueron desapareciendo.
Pero nace una idea de algunos empresarios de invertir, y ubicar en la Calle Uruguay una zona de la rumba y se instalaron un sinnúmero de discotecas y restaurantes para el bohemio.
Así la noche de rumba y arranque se traslado a esta zona exclusiva.
Al panameño le gusta rumbear y parrandear, y nadie se lo puede arrebatar.
* Periodista.