Roberto Díaz Herrera: Un día como hoy hace 34 años

Hastiado del hombre que mandaba a hacer y deshacer con la suerte de los nacionales y extranjeros residentes, luego de mucho meditar y sorpresivamente- sin que supiera mi esposa sino en el mismo instante, convoqué repentinamente en mi casa a una conferencia de prensa.
Nadie en un Panamá que temblaba ante el poder del que mandaba de facto podía imaginar lo que sobrevendría. ¡Ni yo mismo podía calcular para nada el impacto que eso ocasionaría!
Los periodistas que llegaron- no muchos por lo sorpresivo y menos el de la comandancia- se quedaron pasmados cuando con toda claridad y energía les dije: “El que manda a la fuerza es un criminal (me ordenó directamente 2 crímenes y lo mandé meses antes al carajo- yo no le temía). Es un narcotraficante y está involucrado en el crimen de mi amigo el Dr. Hugo Spadafora y otras cosas más”.
Ya unos 12 días antes, en su propio despacho (y aún viven testigos de ellos, los coroneles retirados Leonidas Macías, Ángel Mina y Alberto Purcel) me oyeron decírselo en su cara al señor con título prestado de “general de 4 estrellas” (que no le sirvieron para nada en la invasión, cuando salió huyendo como gallina dejando morir a sus hombres de clases y tropas que pelearon creyendo en un nacionalismo que su jefe les grabó pero no honró, ante la masiva y cruel invasión de 27 mil hombres (cuando con una escuadra de 20 soldados lo habrían atrapado en su cuartel extra de Fuerte Amador, a pocas cuadras de los cuarteles gringos y tal vez con dos o tres muertos de su escolta- si acaso lo defendían) pero, con todas las bravuconadas y errores (mataron a un oficial gringo y apresaron un par de civiles) y con un malévolo pdte. de USA, George W. Bush, exdirector delincuente de la CIA, le dieron muchas oportunidades de solo renunciar y llevarse a España a su familia, su dinero y mantener sus posesiones y borrarle los cargos de los fiscales de Miami por narcotráfico y lavado de dinero.
Quiso chifiar a sus maestros de la CIA y Bush se cabrió y ordenó esa masacre sabiendo que no encontrarían más de unos 2 mil hombres con capacidad de soldados en aquellas ya funestas y manchadas FF. de DD.
Me acompañaban en esa gesta que se inició casi en familia con mi esposa, 3 niños pequeñitos, 2 adolescentes, mi hermana valerosa Rita y sus hijos, mis sobrinos, incluyendo una adolescente, mi suegra, la periodista Norma Núñez Montoto y otras mujeres voluntarias, un sobrino subteniente Zoroel Díaz, allegados como ayudantes/escoltas, Gregorio Escobar y Gabriel Pinzón, y otro puñado chico de gente valiente ante tamaño reto y riesgos de muerte (que los hubo de sobra) denunciamos al régimen criminal y ante nuestro asombro Panamá estalló literalmente.
Me fueron a saludar (casi a besar) enemigos políticos de ayer nomás, como Ricardo Arias Calderón, Billy Ford, Willy Cochez, Mayín Correa (que me dijo textualmente “Roberto, ¿cómo te has atrevido a esta vaina si yo solo de pensar una vaina como esta me cago?”).
En menos de 12 horas gran cantidad de personas desfilaban frente a mi casa pidiéndome entrar a saludarme y animarme. 72 horas más tarde un grupo de opositores civiles al régimen se unían para formar “la cruzada civilista” estimulados por nuestro ejemplo grupal.
El régimen se quedó sin respiración. Se iniciaba el comienzo de su caída, aunque durara un par de años más. Nuestros actos- y no otra cosa- propiciaron con nuestro ejemplo dos intentos de golpes internos de oficiales envalentonados con las reacciones populares y manifestaciones masivas nunca antes vistas y nunca igualadas a nivel de sus cantidades de gentes en las calles.
Un periodista amigo que me animó, el difunto Luis Estribí, cuando Panamá se llenó de tropas antimotines y dobermans llegó a decirme “coño Roberto, disculpa, pero yo no me atrevería a apostar un dólar mío contra cien a que tu sales vivo de esto”, pero Dios estaba de nuestro lado; hubo una lluvia de oraciones en miles de hogares a nuestro favor. las calles se llenaron de marchas antirégimen y de represiones bárbaras hasta con violaciones sexuales incluso de varones.
Y el que mandaba volcó su furia al ver que todo su piso y techo cómodo de mando (por el apoyo del propio Bush padre, la CIA, la DEA y el Pentágono (que hacían negocios sucios de drogas con él y los carteles colombianos: la famosa “Operación la Contra”, donde para derrocar a los comandantes sandinistas Bush padre autorizó tomar millones de la droga para armar, equipar y pagar a mercenarios nicas (ex guardias de Somoza que debían tumbar con armas a los que ahora post Somoza mandaban en Nicaragua (y jamás lo hicieron).
Cumplimos con el propósito de arriesgar incluso la vida para cambiar el sistema. Ya el 25 de mayo de 1987 di la última orden interna (30 días de vacaciones, mi propia jubilación como jefe del estado mayor y firmé mis documentos de pensión futura con el seguro social).
El resto es algo más conocido, aunque como no se enseña historia y menos se lee (he escrito mis libros sobre todo eso) la mayoría de jóvenes y hasta de 45 años- como hace 34 años de todos- estaban en primaria y cientos de miles no habían nacido…
Recibimos luego de mes y medio de denuncias, el 27 de julio de 1987 nuestra propia invasión con gases y armas (300 soldados de elite tipo rangers) cuando ya habíamos entregado un par de fusiles y una subametrallodra uzi al padre Villanueva a solicitud de monseñor Macgrath y mis guardaespaldas solo tenían media docena de pistolas y revólveres más mi pistola oficial de 9 milímetros.
La capital se llenó para mi propia sorpresa de reporteros del mundo y éstos al llevar sus despachos a grandes medios, hizo que el régimen Reagan/Bush padre comenzaran a tener el mal olor del “hombre fuerte” (o el que se creía tal cosa) y comenzaran a desligarse de él.
Fueron acciones temerarias donde si “acaso hubo héroes y heroínas” no me corresponde ese papel, sino a las mujeres, infantes, adolescentes, sorprendidos por esos culatazos y torturas, con cárcel de muchos bajo condiciones extremas (mi dosis fue de 5 años de prisión sin derecho ni a defensor de oficio).
Pero hoy agradecemos a Dios su protección y que nos permita en esta fecha “echar el cuento”.