Ancón, Acrópolis y París

El poeta panameño Ricardo Miró, que durante 56 años transitó por este convulsionado mundo, dijo que la patria es recordar “pedazos de la vida envueltos en jirones de amor o de dolor”; por otro lado, el señor Rubén Blades, galopante en escenarios artísticos, con sonar de tambores y soplar de clarines, alega que “son tantas cosas bellas”.
En la patria también hay cicatrices morales que no sanan. Por ejemplo: es perverso que moteles conocidos como “push buttons” lleven nombres de sitios que históricamente viven clavados en pensamientos, alma y corazón de pueblos anegados de problemas que intentan sofocarlos con actividades rumbosas.
Por ejemplo: Ancón es un “push button” que lleva el nombre de aquella colina encarcelada en la otrora Zona del Canal que laceró sentimientos de la poetisa Amelia Denis de Icaza y, 68 años después de su muerte (falleció el 16 de julio de 1911), en su cima por primera vez se izó, el 1 de octubre de 1979, nuestra enseña tricolor que , como diría el mulato Gaspar Octavio Hernánez, flamea “la bandera panameña, vistosa cual gentil manto de flores”. París es el nombre de otro “push button”, que deshonra a la capital de Francia. Una ciudad mundialmente importante que en el siglo XIV fue sobresaliente centro cristiano de reverencias a Jesús, el líder más trascendental de la historia universal y donde yergue majestuosa la Catedral de Notre Dame.
Indignados deben estar los griegos por semejante desaire al llamarse Acrópolis un “push button” con el nombre de lugares de culto de la comunidad helénica.
Considero injurioso poner nombres históricos de Ancón, París y Acrópolis, a sitios donde se cometen infidelidades, bacanales, aberrantes intimidades sexuales o se ocultan parejas para, apasionadamente, saciar sus “ardientes fulgores de gloria.
* Periodista.