Cuando las piedras no devuelven la vida
Ariel Hughes Garrido

He sido arrasado por el río. El río Cricamola. Y sí, también era panameño. También merecía estudiar. También merecía días festivos, días alegres y un futuro. Como todos los demás.
Pero gracias a un sistema que me falló, el mismo que les falla a miles de niños y jóvenes en este país, hoy ya no estoy. El río me reclamó. Sí, me llevó. Y ahora soy voz. Voz de los que no tienen voz. La voz que grita desde el silencio: “También era panameño. Y también merecía una oportunidad”
Mientras los gobernantes redactan políticas públicas llenas de tecnicismos, vacías de humanidad, el pueblo protesta. Y en la protesta se revela lo que muchos quieren ocultar: Que vivimos atrapados en un sistema que funciona solo para unos pocos. Una casta. Una élite. Un club privado donde los niños pobres no son bienvenidos.
Nosotros, los que nacemos con desventajas, alejados de la ciudad y sus promesas, también exigimos. No pedimos caridad. Pedimos justicia. Pedimos educación. Porque educarse no es un lujo. Es un derecho humano. Es la llave que abre la puerta de la democracia.
¿Y qué clase de democracia es esta, en la que se educa más al que más tiene y se abandona al que más necesita?
¿Qué democracia se puede invocar mientras hay niños que mueren ahogados al intentar llegar a la escuela? ¿Niños que estudian bajo techos que lloran con la lluvia? ¿Niños que no asisten porque no tienen ni qué comer?
En Panamá, hay dos sistemas educativos: uno para los que pueden pagar, y otro para los que apenas pueden soñar. Uno que premia al privilegiado, y otro que castiga la pobreza. ¿Eso es democracia? ¿Eso es equidad?
Este país necesita una revolución, pero no de balas: de ideas. Una reforma educativa profunda, valiente y humana. Donde gobernar signifique atender al que más lo necesita. Con transparencia, con honestidad. Y sí, con amor a la patria.
Panamá es un país rico en oportunidades... Pero solo para unos cuantos. Los demás sobreviven entre el hambre, la desesperación, las pandillas, el embarazo precoz, la violencia y el olvido. El gobierno ha sido generoso... pero solo con la miseria.
Mientras existan escuelas sin pupitres, niños sin libros, sin conectividad, y políticas sin alma, este país seguirá enterrando sus sueños a la orilla del río.
Porque cuando las piedras no te devuelven la vida, te das cuenta de que nunca estuviste vivo en el sistema. Y eso, también, es una forma de morir.
*Ciudadano.