Estamos en el mismo barco
No importa de qué religión profeses, sabes que estos últimos tiempos no han sido fácil para el mundo. A mi consideración la mayoría de los problemas a los que nos enfrentamos como sociedad se resolvería escuchando y no acusando. Somos muy buenos en reconocer los errores que cometen los demás pero no en ver nuestras propias equivocaciones.
La política se ha convertido en una herramienta que justifica los ataques, bajo el paragua de “adversario político”, en lugar de ese conjunto de actividades que buscan lograr una mejor distribución de los recursos.
No nos vemos como hermanos, compatriotas, miembros de la misma sociedad; vemos en los que no comparten nuestras ideas como rivales o enemigos, obstáculos para conseguir lo mejor para mí y los míos, en lugar de pensar en que el bien del prójimo repercute directamente en nosotros.
La envida nos consume, no queremos estar mejor, queremos lo que los demás tienen, pero no valoramos el esfuerzo o los sacrificios que hicieron esas personas para lograrlo.
Las buenas personas existen, el trabajo duro da frutos, la empatía no ofrece prosperidad. No es caridad, es querer el bien para todos sin importar en qué lado de la sociedad estemos. El día que nos empiece a preocupar no por el bien común y no el personal o en de nuestros allegados veremos una sociedad prospera y navegaremos en aguas más tranquilas hacia mejores puertos.