Recordando a Mario Vargas Llosa


Precisamente, el día 13 de abril, buscando ciertos libros en mi biblioteca, como un raro presentimiento, surgió “Cinco Esquinas”, la última novela de Mario Vargas Llosa, la cual ya la había leído y abrí el libro, como una despedida espiritual. Horas después, supe por amigos desde Lima, que Mario había muerto hacían pocas horas.
Me enteré por fotografías publicadas por diarios peruanos que recorría los barrios de Lima con su hijo Álvaro, reencontrándose con los barrios y las calles que permanecían en los pliegues de la memoria. Sus dilatadas residencias en España, Francia, Inglaterra no apagaron sus remembranzas sobre el Perú, anidadas en su narrativa profundamente nostálgica – el parque Salazar de Miraflores, los vericuetos de los caminos de Piura, las chozas de los indígenas huitotos de la Amazonía.
Nos conocimos en la década de los cincuenta, más de medio siglo, fungiendo él como reportero policial de “La Crónica” y yo reportero policial del diario La Prensa. Ambos éramos estudiantes de Literatura en la Universidad de San Marcos. Fue siempre un escritor inquieto por las ideologías reinantes en Cuba, México, España, Francia.
El expresidente peruano, Dr. Belaunde Terry lo convenció para asumir la candidatura presidencial por el partido Acción Popular, que quizá no debió aceptar. Por principios éticos insoslayables en su vida, Vargas Llosa fue un intelectual crítico de los entretelones íntimos de la realidad política, regresando a Europa donde se unió a la derecha académica de Mont Pellerin de Hayek.
En la década del 80, junto a él, conformamos la Comisión Oficial nombrada por el gobierno para investigar el asesinato de ocho periodistas en la aldea de Uchuracay, en las alturas de Ayacucho. Resultó una experiencia insólita, El regresó a Europa para polemizar con innumerables detractores que desconocían la verdad de lo ocurrido, mientras yo, como Decano Nacional del Colegio de Periodistas del Perú, fui denunciado en la Corte Suprema. En nuestros países, los investigadores de sucesos politizados acaban investigados por delitos inventados por los extremistas de la época. Fueron días de lucha y valentía que nos unió en amistad fraterna.
Presa del furor de los grandes narradores, Vargas Llosa convirtió, como Fedor Dostoievski y William Faulkner, la realidad de su vida privada en ficción. Narrador total, omnisciente, objetivo y subjetivo, el Premio Rómulo Gallegos, el Premio Nóbel de Literatura, el Premio Cervantes, el Premio Príncipe de Asturias, el PEN CLUB/ Nabokov, la Academia de las Letras de Francia, acumulan los méritos de un novelista que convirtió “La Ciudad y los Perros, la Tía Julia y el Escribidor, La Casa Verde, Pantaleón y las Visitadoras, Conversaciones en la Catedral, La Guerra del Fin del Mundo”, en un mundo personal intransferible.