Chavismo: Fábrica de pobreza
Hace 21 años se inició con éxito en Venezuela la fábrica de pobreza. Cada día ha mejorado sus resultados. Desde entonces, han quedado derrotadas todas las teorías económicas que han tratado de explicar tamaño proceso de depauperación de una sociedad.
En 21 años, las expropiaciones de Chávez y Maduro arrastran a más de 5.000 empresas, una práctica iniciada por el extinto teniente coronel que generó diversos deudores que hoy exigen recuperar sus bienes, en medio de un país donde el Estado de Derecho brilla por su ausencia.
De ese número apenas 700 empresas quedan activas. Actualmente, la deuda externa venezolana se calcula entre 150.000 y 170.000 millones de dólares, de acuerdo con el Banco Mundial.
Es imposible no equivocarse porque se trata de números tan astronómicos, que es muy difícil llevarlos al día. Ahora, y después de contribuir con la destrucción de la economía en Venezuela en los últimos ocho años, el régimen de Nicolás Maduro está entregando subrepticiamente a los privados, algunas de las empresas que expropió Hugo Chávez, a cambio de una participación en dinero y productos.
Al día de hoy, el bolívar ha caído en 3,000,000 por dólar, es decir, que los cinco ceros que Maduro le quitó a la moneda para ocultar la hiperinflación, ésta los recuperó debido al feroz y exorbitante costo de la vida en un país donde literalmente fue arrasado el aparato productivo y donde, durante años, hicieron uso discrecionalmente del erario, en la creencia de que la renta petrolera serviría como aliada de sus desmanes de corrupción.
Pero si hundimos más el dedo en la llaga, el verdadero valor de depreciación del bolívar es de -lean bien- 300 billones por dólar, es decir, 300 millones de millones, en su acepción latina (300.000.000.000.000), si le reasignamos los tres ceros que le quitó Chávez en 2008 y los cinco ceros que le eliminó Maduro diez años después.
De lo que no se dieron cuenta -o sencillamente no les importó- fue que la industria petrolera requería de inversiones constantes que jamás se hicieron, ya que el dinero obtenido por la venta del petróleo fue a parar, sin control alguno, a sus cuentas bancarias fuera del país. Chávez acabó con la sensatez en Venezuela, y arrastró con ello a sus adláteres, convencidos de que la mina petrolera les duraría toda la vida, derrochando inmensas cantidades de dinero para comprar conciencias adentro y afuera, y poniendo en jaque a la economía, con la consecuente pérdida de valor del signo monetario.
Cómo diablos estos ineptos podrían saber que el valor de una moneda se mide por la capacidad de producción de bienes y servicios. Eso no lo podían entender estos improvisados que llegaron al poder con sed de venganza y resentimiento acumulado, sin reparar en que el daño que se le hacía a Venezuela es hoy casi irreversible, al menos a mediano plazo.
Y ahora, después de los grandes desaciertos de Chávez, ahora Maduro y sus compinches intentan regresar a las prácticas capitalistas, como buenos socialistas que ven hundirse el barco el sus propias narices.
Hoy, el dictadorzuelo, aislado, disminuido y arruinado, intenta transferir, no vender, a operadores privados en "alianzas estratégicas" docenas de plantas químicas, procesadoras de café y alimentos, silos de granos, empresas textiles, así como hoteles que han sido confiscados en las últimas dos décadas.
Solamente Chávez confiscó más de 2 mil empresas, granjas, hatos ganaderos y propiedades de todo tipo, incluidos activos de multinacionales como Kimberly-Clark, Cemex y Kellogg's, además de arruinar su principal fuente de ingresos, la petrolera Pdvsa, por la desprofesionalización, desinversión y falta de mantenimiento.
Hasta DirecTV cayó en las garras de Chávez, fue expropiada y sus tres directivos principales terminaron encarcelados.
Ni hablar de la no renovación de la concesión del canal RCTV, al que decidió sacar del aire en 2007, para dar paso a un bodrio sin sintonía llamado TVes. Así daba por terminada la existencia, luego de 54 años, del primer canal de televisión privado de Venezuela, en un pase de factura a sus directivos, a quienes no les perdonó el rol que cumplieron en los hechos de abril de 2002, que provocaron la salida del poder de Chávez por 48 horas.
La lección que arroja toda esta cadena de desaciertos es que los gobiernos que se apropian indebidamente de la propiedad privada terminan destruyendo la propiedad privada, pulverizando a las empresas y devastando al país.
Hoy Maduro busca revertir todo el desastre, convirtiéndose en la peor versión del capitalismo, ese que sí hay que calificar de "salvaje", no de crecimiento, abandonando lo poco de socialistas que eran, y buscando fondos a diestra y siniestra, en medio de una economía que va en caída libre.
Ahora Maduro permite que fluyan las remesas en dólares y que la empresa privada florezca en pequeña escala, sin erradicar la hiperinflación y con un bolívar literalmente despreciado por su inútil valor en el mercado. Entre 2002 y 2015 se expropiaron un total de 1.322 granjas de ganado, tiendas de alimentos, empresas eléctricas, molinos, fabricantes de vidrio, bancos, supermercados y cámaras frigoríficas.
Muchos simplemente dejaron de existir. Ahora, Maduro, pataleando, intenta reflotar una economía hecha añicos, entregando empresas en alianzas, para combinar sus frutos con la actividad del narcotráfico y la explotación ilegal del oro en el Arco Minero de Guayana.
Todo sea por sobrevivir para seguir ejerciendo su control social y sin resolver los problemas básicos de la población. Es el corolario del fracaso.
El autor es periodista, escritor y consultor
Hugo Santaromita
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