La cultura del ‘juega vivo’
Euclides M. Corro R.
[email protected] me cansaré de exteriorizar mi opinión sobre esa conducta del "juega vivo" que ya pareciera formar parte de la cultura diaria de los panameños, sin importar condición social, y que tanto daño nos hace ante propios y extraños. Pareciera que todo aquel que prefiera conducirse atendiendo las reglas que "rigen sobre cualquier sociedad", simplemente "no está en nada".Es un problema casi endémico. El asunto ha llegado a proporciones que ni siquiera hay respeto por la familia ni los amigos. Si me dan ganas de orinar simplemente estaciono en cualquier lugar y ante la mirada estupefacta de los demás, procedo a sacar "mis nobles partes" y cumplo con una necesidad fisiológica que pareciera no puede esperar llegar a un lugar más adecuado.Si hay una larga fila de autos simplemente me salgo de esta y manejo en vía contraria porque "la paciencia" no es un don para mí sino para los demás que sí tienen que esperar hasta que le toque el turno. Y así por el estilo, cada quien hace lo que bien le venga en gana. Llegas a la tienda y pretendes que a ti hay que atenderte primero que a los demás porque simplemente "tienes corona" y los demás no están tan apurados como tú.Sin embargo, esto debe avergonzarnos. No puede existir una sociedad que denigre el concepto del respeto que merecen los demás, entendiendo que nadie está por encima de otro y que en la medida que sepamos eso, de igual forma estamos en condición de exigir igual trato.Sería largo enumerar todos los vicios que nos adornan. Están los que no quieren pagar su entrada en los espectáculos públicos, los taxistas que se niegan a llevar a los usuarios que usan cualquier excusa, los que pretenden ser atendidos de primero aunque llegaron último, los negocios que aplican en la factura una propina que no es obligatoria, los que incluyen en la cuenta platos, bebidas y postres que no fueron ni pedidos ni consumidos; en fin, nadie se salva.Por eso digo que todos somos culpables, directa o indirectamente. Poco hacemos por cambiar de actitud y el ejemplo que les damos a nuestros hijos es tanto como decirles "ustedes también lo pueden hacer", con la pena que al final del camino, transmitimos no las cosas buenas sino las malas. Llegará el día, de eso no tengo la menor duda, en que todos, absolutamente todos, tendremos que hacer un alto y revisar nuestra conciencia y conducta. Es necesario buscar en el ejemplo que hace 50 años nos daban nuestros abuelos de urbanidad, cortesía, civismo, patriotismo y respeto hacia los demás. Acepto, no como excusa sino como consecuencia, el escenario en que todos nos estamos desenvolviendo con un entorno que en vez de educarnos más bien nos bombardea a diario con eventos que no son precisamente los buenos valores que identifican a una sociedad honesta.*El autor es periodista.