La receta incluye tragar sapos
En estos días los ciudadanos -a quienes los dirigentes de los partidos políticos han excluido de sus negociaciones clandestinas- comienzan a preguntarse, perplejos, si vale todo en política para alcanzar el poder.
El escritor Carlos Fuentes advirtió que la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos y poniendo buena cara.
En la premura por llegar a acuerdos electorales no hay espacio para madurar objetivos políticos. Los referentes de los estamentos políticos en lo que menos consumen tiempo es en trazar planes, con dirección y planificación estratégica, para convertir a Panamá en una nación pujante. La ciudadanía, ignorada en las negociones para tejer alianzas políticas, demanda ascenso social, busca empleo y salir de la pobreza, quiere una educación y salud pública dignas y al servicio de los ciudadanos, no de los funcionarios de turno. Los panameños exigen un modelo económico y social y un orden público surgido de la firmeza y la experiencia. No de la exasperación. Menos de la confrontación.
Hay suficientes elementos para advertir la deriva en la que ha entrado la nación y para identificar el interés de grupos radicales por explotar las demandas sociales, agudizar las contradicciones y crear condiciones para tratar de incendiar el país.
Por el contrario, enfrentar los problemas nacionales requerirá esfuerzo, coraje y convicciones para gestionar propuestas que, entre otras prioridades, acabe con el entramado mafioso y corrupto en la administración pública que ha llevado a la actual debacle institucional.
Los referentes de los partidos políticos no han dedicado tiempo para construir un relato confiable y la sociedad observa apática las negociaciones secretas para hacerse con el poder en las elecciones de mayo próximo. Si bien se debe negociar con olfato político también debe primar la sensibilidad moral.
No pueden quemarse los libros y las teorías que plantean cambios serenos y reformas previsibles.
Ante el actual escenario político, el futuro continúa teniendo un final abierto.
Los peligros del pasado se multiplican con las urgencias del presente, tratando de auscultar cuál va a ser, en los meses por venir, el desenlace de la incertidumbre actual. La crisis de los modelos democráticos y la decadencia de los partidos políticos, los analistas lo denominan “clima de época”.
Un clima de época en el que se cruza la vivencia de un fin de ciclo político, de crisis socioeconómica y de incertidumbre e inquietud sobre lo que vendrá. La desigualdad social, la precariedad institucional y la capacidad administrativa desbordada o colapsada, pueden armar relatos explosivos frente a una sociedad que proyecta sus aspiraciones colectivas en las pantallas de sus celulares.
“Si no recuperamos el valor de la cultura de la convivencia, con sus pasiones mansas, y de las instituciones, con su capacidad para enfriar los furores, será difícil evitar un desenlace catastrófico”, escribió Mauricio García Villegas.
La tarea es lograr que la mayoría ciudadana alcance visibilidad y sea tomada en cuenta por el liderazgo político para gestionar -en un esfuerzo compartido como nación- objetivos comunes de dignidad y prosperidad. * Periodista y diplomático.