Oro, incienso y mirra en el mes de diciembre
Por estos días abundan, con la llegada de las fiestas por el nacimiento del niño Jesús, los regalos de toda naturaleza, ajustados a nuestros tiempos, que van desde el simbólico gesto del abrazo hasta los más fastuosos de nuestra época. Para el nacimiento del niño Jesús los tres Reyes Magos le llevaron como presentes la Mirra, Oro y el Incienso. Cada regalo tenía un propósito simbólico. La Mirra simboliza la humanidad y la mortalidad. Dado que se usaba para embalsamar a los muertos, regalar Mirra era una profecía simbólica de que Jesús, aunque divino, sufriría y moriría como un ser humano. El Incienso es el complemento de la Mirra en la historia y el simbolismo. Mientras la Mirra nos habla de la tierra y la humanidad, el Incienso nos conecta directamente con el cielo y la divinidad. El Oro es reconocimiento de autoridad: En la antigüedad, nadie se presentaba ante un rey sin Oro. Al ofrecerlo a Jesús, los Magos lo estaban reconociendo como el “Rey de Reyes”. De acuerdo a leyenda había un cuarto Rey Mago, de nombre Artabán, que no llegó a la cita de los tres Reyes Magos y se pasó la vida detrás de la huella de Jesús; en su andar se encontraba personas necesitadas a las que ayuda otorgándoles piezas de piedras preciosas que le llevaba al Niño Jesús. Cuando finalmente alcanzó Jerusalén, Jesús ya era adulto y estaba camino a la cruz. Artabán, anciano y sin riquezas, solo pudo ofrecer su último gesto: liberar a una joven esclava con la última piedra que le quedaba. En ese instante escuchó la voz de Cristo que le decía: “Lo que hiciste por los más pequeños, lo hiciste por mí”. Comprendió entonces que su verdadero regalo no era Oro, Incienso ni Mirra, sino la compasión y el servicio a los demás.
* El autor es periodista.