Una burla disfrazada de promesas

La política en nuestro país se ha convertido en una burla constante hacia el pueblo.
Promesas vacías, figuras recicladas y discursos desconectados de la realidad han sido la norma en los últimos años.
Mientras, miles de panameños enfrentan el desempleo, el alto costo de la vida y un sistema de salud colapsado, quienes nos representan parecen más enfocados en su beneficio personal que en el bienestar colectivo.
Las decisiones que se toman desde las diversas instancias de poder del Estado, muchas veces, parecen ir en dirección opuesta a las verdaderas necesidades del país. ¿Dónde están las verdaderas soluciones para los jóvenes sin oportunidades, las comunidades sin agua potable o los hospitales sin insumos? En su lugar, vemos aumentos de salario para funcionarios, leyes que tienen tintes de poco eficaces y pactos que solo benefician a una élite política.
El pueblo merece respeto, y la política debería ser una herramienta para servir, no para enriquecerse.
Pero hoy, muchos sentimos que se ríen en nuestra cara. Y aunque la indignación crece, también crece la urgencia de exigir un cambio real.
* La autora es periodista.